Tu Poema de Amor

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EL HIELO

Para cubrir los peces del fondo, que agonizan

de frío, mis piadosas ondas se cristalizan,

y yo, la inquietuela, cuyo perenne móvil

es variar, enmudezco, me aduermo, quedo inmóvil.

¡Ah! Tú no sabes como padezco nostalgia

de sol bajo esa sábana siempre fría.

Tú no sabes la angustia de la ola que inmola

Sus ritmos ondulantes de mujer —su sonrisa—

al frío, y que se vuelve —mujer de Loth— banquisa:

ser banquisa es ser como la estatua de la ola.

 

Tú ignoras esa angustia: mas yo no me rebelo,

y ansiosa de que todo en mi Dios sea loado,

desprendo radiaciones al bloque de mi hielo,

y en vez de azul oleaje soy témpano azulado.

 

Mis crestas en la noche del polo con fanales,

reflejo el rosa de las auroras boreales,

la luz convaleciente del sol, y con deleites

de Seraphita, yergo mi cristalina roca

por donde trepan lentas las morsas y la foca,

seguidas de lapones hambrientos de su aceite...

 

¿Ya ves como se acata la voluntad del cielo?

Y yo recé: —¡Loemos a Dios, hermano hielo!