Tu Poema de Amor

  • Aumentar fuente
  • Fuente predeterminada
  • Disminuir fuente
Inicio . Fray Luis de León ODA XVII (EN UNA ESPERANZA QUE SALIÓ VANA)

ODA XVII (EN UNA ESPERANZA QUE SALIÓ VANA)

EN UNA ESPERANZA QUE SALIÓ VANA

Huid, contentos, de mi triste pecho;

¿qué engaño os vuelve a do nunca pudistes

tener reposo ni hacer provecho?

 

Tened en la memoria cuando fuistes

con público pregón, ¡ay!, desterrados

de toda mi comarca y reinos tristes,

 

a do ya no veréis sino nublados,

y viento, y torbellino, y lluvia fiera,

suspiros encendidos y cuidados.

 

No pinta el prado aquí la primavera,

ni nuevo sol jamás las nubes dora,

ni canta el ruiseñor lo que antes era.

 

La noche aquí se vela, aquí se llora

el dia miserable sin consuelo

y vence el mal de ayer el mal de agora.

 

Guardad vuestro destierro, que ya el suelo

no puede dar contento al alma mía,

si ya mil vueltas diere andando el cielo.

 

Guardad vuestro destierro, si alegría,

si gozo, y si descanso andáis sembrando,

que aqueste campo abrojos solo cría.

 

Guardad vuestro destierro, si tornando

de nuevo no queréis ser castigados

con crudo azote y con infame bando.

 

Guardad vuestro destierro que, olvidados

de vuestro ser, en mí seréis dolores:

¡tal es la fuerza de mis duros hados!

 

Los bienes más queridos y mayores

se mudan, y en mi daño se conjuran,

y son, por ofenderme, a sí traidores.

 

Mancíllense mis manos, si se apuran;

la paz y la amistad, que es cruda guerra;

las culpas faltan, más las penas duran.

 

Quien mis cadenas más estrecha y cierra

es la inocencia mía y la pureza;

cuando ella sube, entonces vengo a tierra.

 

Mudó su ley en mí naturaleza,

y pudo en mí el dolor lo que no entiende

ni seso humano ni mayor viveza.

 

Cuanto desenlazarse más pretende

el pájaro captivo, más se enliga,

y la defensa mía más me ofende.

 

En mí la culpa ajena se castiga

y soy del malhechor, ¡ay!, prisionero,

y quieren que de mí la Fama diga:

 

«Dichoso el que jamás ni ley ni fuero,

ni el alto tribunal, ni las ciudades,

ni conoció del mundo el trato fiero.

 

Que por las inocentes soledades,

recoge el pobre cuerpo en vil cabaña,

y el ánimo enriquece con verdades.

 

Cuando la luz el aire y tierras baña,

levanta al puro sol las manos puras,

sin que se las aplomen odio y saña.

 

Sus noches son sabrosas y seguras,

la mesa le abastece alegremente

el campo, que no rompen rejas duras.

 

Lo justo le acompaña, y la luciente

verdad, la sencillez en pechos de oro,

la fe no colorada falsamente.

 

De ricas esperanzas almo coro,

y paz con su descuido le rodean,

y el gozo, cuyos ojos huye el lloro.»

 

Allí, contento, tus moradas sean;

allí te lograrás, y a cada uno

de aquellos que de mi saber desean,

les di que no me viste en tiempo alguno.