Tu Poema de Amor

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Inicio . Fray Luis de León ODA XII (A FELIPE RUIZ)

ODA XII (A FELIPE RUIZ)

A FELIPE RUIZ

¿Qué vale cuanto vee,

do nace y do se pone, el sol luciente,

lo que el Indio posee,

lo que da el claro Oriente

con todo lo que afana la vil gente?

 

El uno, mientras cura

dejar rico descanso a su heredero,

vive en pobreza dura

y perdona al dinero

y contra sí se muestra crudo y fiero;

 

el otro, que sediento

anhela al señorío, sirve ciego

y, por subir su asiento,

abájase a vil ruego

y de la libertad va haciendo entrego.

 

Quien de dos claros ojos

y de un cabello de oro se enamora,

compra con mil enojos

una menguada hora,

un gozo breve que sin fin se llora.

 

Dichoso el que se mide,

Felipe, y de la vida el gozo bueno

a sí solo lo pide,

y mira como ajeno

aquello que no está dentro en su seno.

 

Si resplandece el día,

si Éolo su reino turba, ensaña,

el rostro no varía

y, si la alta montaña

encima le viniere, no le daña.

 

Bien como la ñudosa

carrasca, en alto risco desmochada

con hacha poderosa,

del ser despedazada

del hierro torna rica y esforzada;

 

querrás hundille y crece

mayor que de primero y, si porfía

la lucha, más florece

y firme al suelo invía

al que por vencedor ya se tenía.

 

Esento a todo cuanto

presume la fortuna, sosegado

está y libre de espanto

ante el tirano airado,

de hierro, de crueza y fuego armado;

 

«El fuego —dice— enciende;

aguza el hierro crudo, rompe y llega

y, si me hallares, prende

y da a tu hambre ciega

su cebo deseado, y la sosiega;

 

¿qué estás? ¿no ves el pecho

desnudo, flaco, abierto? ¿Oh, no te cabe

en puño tan estrecho

el corazón, que sabe

cerrar cielos y tierra con su llave?;

 

ahonda más adentro;

desvuelva las entrañas el insano

puñal; penetra al centro;

mas es trabajo vano,

jamás me alcanzará tu corta mano.

 

Rompiste mi cadena,

ardiendo por prenderme: al gran consuelo

subido he por tu pena;

ya suelto encumbro el vuelo,

traspaso sobre el aire, huello el cielo.»