Tu Poema de Amor

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El establo

Al llegar la medianoche

y al romper en llanto el Niño,

las cien bestias despertaron

y el establo se hizo vivo.

 

Y se fueron acercando,

y alargaron hasta el Niño

los cien cuellos anhelantes

como un bosque sacudido.

 

Bajó un buey su aliento al rostro

y se lo exhaló sin ruido,

y sus ojos fueron tiernos

como llenos de rocío.

 

Una oveja lo frotaba,

contra su vellón suavísimo,

y las manos le lamían,

en cuclillas, dos cabritos...

 

Las paredes del establo

se cubrieron sin sentirlo

de faisanes, y de ocas,

y de gallos, y de mirlos.

 

Los faisanes descendieron

y pasaban sobre el Niño

la gran cola de colores;

y las ocas de anchos picos,

 

arreglábanle las pajas;

y  el enjambre de los mirlos

era un velo palpitante

sobre del recién nacido...

 

Y la Virgen, entre cuernos

y resuellos blanquecinos,

trastocada iba y venía

sin poder coger al Niño.

 

Y José llegaba riendo

a acudir a la sin tino.

Y era como bosque al viento

el establo conmovido.