Tu Poema de Amor

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AGUADJLLA

Desde la bahía.

De las selvas y las ondas

se alza el pueblo en el regazo,

junto a las arenas blondas,

bajo las oscuras frondas,

como en un perpetuo abrazo

de las selvas y las ondas.

 

Coronadas de banderas,

erigen sus verdes lanzas

las altísimas palmeras,

y guarecen las riberas

con sus torres de esperanzas

coronadas de banderas.

 

Volando sobre las olas,

de un extremo al otro extremo

pasan las esbeltas yolas,

que, en el peligro supremo,

tienden las alas del remo,

volando sobre las olas.

 

Al pie de la cruz divina,

sobre el campanario enjuto,

algo muy leve se inclina...

¡y es la parda golondrina,

como una virgen de luto,

al pie de la cruz divina!

 

En las llamas de la tarde

envuelto el flanco terrizo

del Cuartel, relumbra y arde,

bajo el pabellón rojizo,

que es también un áureo rizo

en las llamas de la tarde.

 

Como una blanca misiva,

la mansión de tumbas llena

se abre al cielo pensativa...

¡y se extiende playa arriba,

grabada sobre la arena,

como una blanca misiva!

 

Parecen las sepulturas,

eternamente arrulladas

del mar por las ondas puras,

violetas de las llanuras,

gaviotas acurrucadas

parecen las sepulturas...

 

En las nubes de Occidente,

misteriosos espejismos

flotan sobre el sol muriente...

¡y se funden los abismos

y hay terribles cataclismos

en las nubes de Occidente!

 

El pelícano resbala

en lo alto de su elemento,

su grito de órgano exhala

y, apenas moviendo el ala,

como una cruz en el viento

el pelicano resbala.

 

A los lívidos luceros

abre el mar sus lobregueces,

en brillantes reverberos...

¡y, engañados y ligeros,

intentan picar los peces

a los lívidos luceros!

 

Ya se encienden los altares

de las casitas del monte;

ya se agrandan los palmares,

ya se ennegrecen los mares,

ya se apaga el horizonte...

¡ya se encienden los altares!

 

Como una ciudad del cielo,

Aguadilla se estremece

de las sombras en el velo

¡y, desprendida del suelo,

baja y sube y resplandece,

como una ciudad del cielo!