Tu Poema de Amor

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Inicio . Julio Cortázar CINCO ÚLTIMOS POEMAS PARA CRIS

CINCO ÚLTIMOS POEMAS PARA CRIS

I

Ahora escribo pájaros.

No los veo venir, no los elijo,

de golpe están ahí, son esto,

una bandada de palabras

posándose

una

a

una

en los alambres de la página,

chirriando, picoteando, lluvia de alas

y yo sin pan que darles, solamente

dejándolos venir. Tal vez

sea eso un árbol

o tal vez

el amor.

 

II

 

Anoche te soñé

sacerdotisa de Sekhmet, la diosa leontocéfala.

Ella desnuda en pórfido,

tú tersa piel desnuda.

 

¿Qué ofrenda le tendías a la deidad salvaje

que miraba a través de tu mirada

un horizonte eterno e implacable?

 

La taza de tus manos contenía

la libación secreta, lágrimas

o tu sangre menstrual, o tu saliva.

 

En todo caso no era semen

y mi sueño sabía

que la ofrenda sería rechazada

con un lento rugido desdeñoso

tal como desde siempre lo habías esperado.

 

Después, quizá, ya no lo sé,

las garras en tus senos, colmándote.

 

III

 

Nunca sabré por qué tu lengua entró en mi boca

cuando nos despedimos en tu hotel

después de un amistoso recorrer la ciudad

y un ajuste preciso de distancias.

 

Creí por un momento que me dabas

una cita futura,

que abrías una tierra de nadie, un interregno

donde alcanzar tu minucioso musgo.

 

Circundada de amigas me besaste,

yo la excepción, el monstruo,

y tú la transgresora murmurante.

 

Vaya a saber a quién besabas,

de quién te despedías.

Fui el vicario feliz de un solo instante,

el que a veces encuentra en su saliva

un breve gusto a madreselva

bajo cielos australes.

 

IV

 

Quisiera ser Tiresias esta noche

y en una lenta espera boca abajo

recibirte y gemir bajo tus látigos

y tus tibias medusas.

 

Sabiendo que es la hora

de la metamorfosis recurrente,

y que al bajar al vórtice de espumas

te abrirías llorando,

dulcemente empalada.

 

Para volver después

a tu imperioso reino de falanges,

al cerco de tu piel, tus pulpos húmedos,

hasta arrastrarnos juntos y alcanzar abrazados

las arenas del sueño.

 

Pero no soy Tiresias,

tan sólo el unicornio

que busca el agua de tus manos

y encuentra entre los belfos

un puñado de sal.

 

V

 

No te voy a cansar con más poemas.

Digamos que te dije

nubes, tijeras, barriletes, lápices,

y acaso alguna vez

te sonreíste.