Tu Poema de Amor

  • Aumentar fuente
  • Fuente predeterminada
  • Disminuir fuente
Inicio . Lope de Vega SENTADO EN ESTA PEÑA

SENTADO EN ESTA PEÑA

Sentado en esta peña,

donde mis tiernas lágrimas se imprimen,

a imitación pequeña

de las que el alma y corazón me oprimen,

presumo enternecella

con soledades de mi Celia bella.

 

¡Ay Dios!, si el Tormes fuera

a dar a Manzanares sus despojos,

y llevarle pudiera

las lágrimas amargas de mis ojos,

¡qué alegre las llorara

de ver que alguna hasta sus pies llegara!

 

Mas en pensar que lleva

el claro curso a parte diferente,

no quiero que me deba

que con el de mis lágrimas se aumente;

que en tantas desventuras

mejor es ablandar las peñas duras.

 

Famosos muros de Alba,

adonde hiere el sol cuando en la suya

le hacen dulce salva

las aves de la verde selva tuya,

¿por qué me tenéis preso,

sin alma el cuerpo y sin razón el seso?

 

Sierras de Béjar frías,

adonde el Tormes nace, y cuyo viento

con esperanzas mías

entretiene su fácil movimiento,

no me mostréis las frentes

con la nieve que el sol convierte en fuentes;

 

que aún es temprano agora

para pensar que aquí estaré el invierno;

que ya el ganado llora,

quejoso de mi dicha y su gobierno,

pensando que esta orilla

ha de pacer, no el hielo de Castilla.

 

Pues si los animales

lloran por el extremo que desean,

los tuyos celestiales,

Celia, mi bien, mis tristes ojos vean,

primero que el noviembre

coja estas flores y su escarcha siembre.

 

La nieve de tus pechos

es el invierno que sufrir deseo;

queden allí deshechos

los que me matan cuando no te veo;

allá quiero llegarme

a ver si puedo entre su nieve hallarme.

 

Vívase el rico Albano

estas montañas de asperezas llenas,

llevando por la mano

al dueño de sus glorias y sus penas;

que con mi prenda cara

la Libia más estéril habitara.

 

Corte a la parra hojosa

el pendiente racimo del sarmiento,

preséntelo a su esposa

o esparza el vuelo del halcón al viento,

y a la perdiz pintada

detenga el curso, de temor helada.

 

Tire a la echada liebre

que el cazador le enseña, y si le acierta,

su gente lo celebre;

cuelgue despojos a su antigua puerta,

adonde mil ociosos

de ajenas vidas viven cuidadosos;

 

del esperado hijo,

con los pastores de su gran comarca

celebre el regocijo;

y yo con pobre paño y rota abarca

pise mi patrio suelo,

donde espera mi bien benigno el cielo.

 

Amada patria mía,

no me neguéis vuestros alegres brazos,

que presto espero el día

que goce de mi Celia los abrazos,

de Celia, más hermosa

que [el] jazmín blanco y la encarnada rosa.

 

A vos, mi patria cara,

el cuerpo que me distes llevar quiero;

y aquella fénix rara,

por cuyo amor tan justamente muero,

el alma desta vida

al vivo fuego de su altar rendida.