Tu Poema de Amor

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Inicio . Lope de Vega SALE LA ESTRELLA DE VENUS

SALE LA ESTRELLA DE VENUS

Sale la estrella de Venus

al tiempo que el sol se pone,

y la enemiga del día

su negro manto descoge,

 

y con ella un fuerte moro

semejante a Rodamonte

sale de Sidonia airado,

de Jerez la vega corre,

 

por donde entra Guadalete

al mar de España, y por donde

Santa María del Puerto

recibe famoso nombre.

 

Desesperado camina,

que siendo en linaje noble,

le deja su dama ingrata

porque se suena que es pobre;

 

y aquella noche se casa

con un moro feo y torpe

porque es alcaide en Sevilla

del Alcázar y la Torre.

 

Quejándose tiernamente

de un agravio tan inorme,

y a sus palabras la vega

con dulces ecos responde:

 

«—Zaida, dice, más airada

que el mar que las naves sorbe,

más dura e inexorable

que las entrañas de un monte,

 

¿cómo permites, cruel,

después de tantos favores,

que de prendas de mi alma

ajena mano se adorne?

 

¿Es posible que te abraces

a las cortezas de un roble,

y dejes el árbol tuyo

desnudo de fruta y flores?

 

Dejas tu amado Gazul,

dejas tres años de amores,

y das la mano a Albenzaide,

que aun apenas le conoces.

 

Dejas a un pobre muy rico

y un rico muy pobre escoges,

pues las riquezas del cuerpo

a las del alma antepones.

 

Alá permita, enemiga,

que te aborrezca y le adores,

y que por celos suspires

y por ausencia le llores,

 

y que de noche no duermas,

y de día no reposes,

y en la cama le fastidies,

y que en la mesa le enojes,

 

y en las fiestas, en las zambras,

no se vista tus colores,

ni aun para verlas permita

que a la ventana te asomes;

 

y menosprecie en las cañas,

para que más te alborotes,

el almaizar que le labres

y la manga que le bordes;

 

y se ponga de su amiga

con la cifra de su nombre,

a quien le dé los cautivos

cuando de la guerra torne;

 

y en batalla de cristianos

de velle muerto te asombres,

y plegue a Alá que suceda

cuando la mano le tomes,

 

que si le has de aborrecer,

que largos años le goces,

que es la mayor maldición

que pueden darte los hombres—».

 

Con esto llegó a Jerez

a la mitad de la noche;

halló el palacio cubierto

de luminarias y voces,

 

y los moros fronterizos

que por todas partes corren,

con sus hachas encendidas

y con libreas conformes.

 

Delante del desposado

en los estribos alzóse;

arrojóle una lanzada

de parte a parte pasóle;

 

alborotóse la plaza,

desnudó el moro un estoque,

y por mitad de la gente

hacia Sidonia volvióse.