Tu Poema de Amor

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Un contemporáneo

Le conocí hace ya tiempo;

Déjame que recuerde. Si la memoria falla

A mi edad, cuando trata de imaginarse algo

Que en años mozos fuimos, aún más cuando persigue

La figura del hombre sólo visto un momento.

 

Nunca pensé que alguien viniera a preguntarme

Por tal persona, sin familiar, amigo,

Posición o fortuna; viviendo oscuramente,

Con los gestos diarios de cualquiera

A quien ya nadie nombra tras de muerto.

 

Que de espejo nos sirva

El prójimo, y nuestra propia imagen

Observemos en él, mas no la suya,

Ocurre a veces. Quien interroga a otros

Por un desconocido, debe contentarse

Con lo que halla, aun cuando sea huella

Ajena superpuesta a la que busca.

 

Era de edad mediana

Al conocerlo yo, enseñando,

No sé, idioma o metafísica, en puesto subalterno,

Como extraño que ha de ganar la vida

Por malas circunstancias y carece de apoyo.

 

A esta ciudad había venido

Desde el norte, donde antes estuvo

En circunstancias aún peores; ya conoce

Aquella gente practica y tacaña, que buscando

Va por la vida sólo rendimiento,

y poco rendimiento de tal hombre traslucía.

 

Aquí se hallaba a gusto, en lo posible

Para quien no parecía a gusto en. parte alguna,

Aun cuando, ido, no quisiera

Regresar, ni a varios conocidos

Locales recordó. Así trataba acaso

Que lo pasado fuera pasado realmente

y comenzar en limpio nueva etapa.

 

No le vi mucho, rehusando,

A lo que entiendo, el trato y compañía,

Acaso huraño y receloso en algo

Para mí indiferente. Poco hablaba,

Aunque en rara ocasión hablaba todo

Lo callado hasta entonces, altero, abrupto,

Y pareciendo luego avergonzado.

 

Pero seamos francos: yo no le quería

Bien, y un día, conversando

Temas insustanciales, el tiempo, los deportes,

La política, sentí temor extraño

Que en burla, no hacia mí, sino a los hombres todos

En mí representados, fuera a sacar la lengua.

 

Lo que pensó, amó, odió, le dejó indiferente,

Ignoro; como lo ignoro igual hasta de otros

Que conocí mejor. Nuestro vivir, de muchedumbre

A solas con un dios, un demonio o una nada,

Supongo que era el suyo también. ¿Por qué no habría de serIo?

 

Su pensamiento hoy puede leerse

Tras la obra, y ella sabrá decirle

Más que yo. Aunque supongo

Tales escritos sin valor alguno,

y aquí ninguno se cuidaba de su autor o ellos.

 

Esta fama postrera no la mueve,

En mozos tan despiertos, amor de hacer justicia,

Sino' gusto de hallar razón contra nosotros

Los viejos, el estorbo palmario en el camino,

Al cual no basta el apartar, mas el desprecio

Debe añadirse. Pues, ¿acaso,

Vive desconocido el poeta futuro?

 

Sabemos que un poeta es otra cosa;

La chispa que le anima pronto prende

En quienes junto a él cruzan la vida,

Sus versos aceptados tal moneda corriente.

Lope fue siempre el listo Lope, vivo o muerto.

 

Tan vulgar como quiera será el vulgo,

Pero la voz del vulgo es voz divina,

Por estos tiempos nuestros a lo menos;

y el vulgo era ignorante de ese hombre

Mientras viviera, en signo

Que siempre ignorará su póstuma excelencia.

 

La sociedad es justa, a todos trata

Como merecen; si hay exceso

Primero, con idéntico exceso retrocede,

Recobrando nivel. Piense de alguno,

Festejado tal dios por muchedumbres,

Por esas muchedumbres tal animal colgado.

Bien que ello nos repugne, justicia pura y simple.

 

Mas eso no se aplica a nuestro hombre.

¿Acaso hubo exceso en el olvido

Que vivió día a día? Hecho a medida

Del propio ser oscuro, exacto era; y a la muerte

Se lleva aquello que tomamos

De la vida, o lo que ella nos da: olvido

Acá, y olvido allá para él. Es lo mismo.

 

Vivir sin estar viviendo (1949)