Tu Poema de Amor

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EL HAMBRE

Tened presente el hambre: recordad su pasado

turbio de capataces que pagaban en plomo.

Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,

con yugos en el alma, con golpes en el lomo.

 

El hambre paseaba sus vacas exprimidas,

sus mujeres resecas, sus devoradas ubres,

sus ávidas quijadas, sus miserables vidas

frente a los comedores y los cuerpos salubres.

 

Los años de abundancia, la saciedad, la hartura

eran sólo de aquellos que se llamaban amos.

Para que venga el pan justo a la dentadura

del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.

 

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,

los que entienden la vida por un botín sangriento:

como los tiburones, voracidad y diente,

panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

 

Años del hambre han sido para el pobre sus años.

Sumaban para el otro su cantidad los panes.

Y el hambre alobadaba sus rapaces rebaños

de cuervos, de tenazas, de lobos, de alacranes.

 

Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas,

cicatrices y heridas, señales y recuerdos

del hambre, contra tantas barrigas satisfechas:

cerdos con un origen peor que el de los cerdos.

 

Por haber engordado tan baja y brutalmente,

más abajo de donde los cerdos se solazan,

seréis atravesados por esta gran corriente

de espigas que llamean, de puños que amenazan.

 

No habéis querido oír con orejas abiertas

el llanto de millones de niños jornaleros.

Ladrábais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas

a pedir con la boca de los mismos luceros.

 

En cada casa, un odio como una higuera fosca,

como un tremente toro con los cuernos trementes,

rompe por los tejados, os cerca y os embosca,

y os destruye a cornadas, perros agonizantes.