Tu Poema de Amor

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Inicio . Miguel Hernández DESPUÉS DEL AMOR

DESPUÉS DEL AMOR

No pudimos ser. La tierra

no pudo tanto. No somos

cuanto se propuso el sol

en un anhelo remoto.

Un pie se acerca a lo claro.

En lo oscuro insiste el otro.

Porque el amor no es perpetuo

en nadie, ni en mí tampoco.

El odio aguarda su instante

dentro del carbón más hondo.

Rojo es el odio y nutrido.

 

El amor, pálido y solo.

 

Cansado de odiar, te amo.

Cansado de amar, te odio.

 

Llueve tiempo, llueve tiempo.

Y un día triste entre todos,

triste por toda la tierra,

triste desde mí hasta el lobo,

dormimos y despertamos

con un tigre entre los ojos.

 

Piedras, hombres como piedras,

duros y plenos de encono,

chocan en el aire, donde

chocan las piedras de pronto.

 

Soledades que hoy rechazan

y ayer juntaban sus rostros.

Soledades que en el beso

guardan el rugido sordo.

Soledades para siempre.

Soledades sin apoyo.

 

Cuerpos como un mar voraz,

entrechocado, furioso.

 

Solitariamente atados

por el amor, por el odio.

Por las venas surgen hombres,

cruzan las ciudades, torvos.

 

En el corazón arraiga

solitariamente todo.

Huellas sin compaña quedan

como en el agua, en el fondo.

 

Sólo una voz, a lo lejos,

siempre a lo lejos la oigo,

acompaña y hace ir

igual que el cuello a los hombros.

 

Sólo una voz me arrebata

este armazón espinoso

de vello retrocedido

y erizado que me pongo.

 

Los secos vientos no pueden

secar los mares jugosos.

Y el corazón permanece

fresco en su cárcel de agosto

porque esa voz es el arma

más tierna de los arroyos:

 

«Miguel: me acuerdo de ti

después del sol y del polvo,

antes de la misma luna,

tumba de un sueño amoroso».

 

Amor: aleja mi ser

de sus primeros escombros,

y edificándome, dicta

una verdad como un soplo.

 

Después del amor, la tierra.

Después de la tierra, todo.