Mis ojos persiguen al caído,
al que tratando de levantarse
se encuentra en la oscuridad
de un cielo sin estrellas,
como en noche de luna vacía.
Detrás de el mi alma gime,
si me preguntas por que,
no sabría como explicar,
pues solo se, que su sentir
ya no es suyo, sino mío.
Le veo y no pienso ahora,
pienso en un mañana,
de que será o quien seria
si faltando Cristo en su vida,
así a la eternidad se iría.
No le juzgo, no le condeno,
pues quien soy, ni grande,
ni altivo, sino el reflejo
de Jesús, quién por el murió,
por quien a la muerte venció.
Mi juventud se gasta cada día,
en montañas y caminos,
con solo una esperanza,
la de volver a encontrar
la oveja que se ha perdido.