Rasgaste el velo de mi corazón
Siendo tú, Amado mediador
El único invitado de honor
A este humilde y necesitado mesón.
Sólo tú ¡Oh sumo sacerdote!
Presentaste el sacrificio
Que a mi alma libró del juicio
Y a mi cuerpo del azote.
Hoy ante Dios confiadamente
Cada día me presento
Y recibo fiel sustento
Perdón y gracia nuevamente.