Tu Poema de Amor

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Inicio . Rubén Darío POEMA DEL OTOÑO

POEMA DEL OTOÑO

DEDICATORIA

 

A Mariano Miguel de Val

Tú, que estás la barba en la mano

meditabundo,

¿has dejado pasar, hermano,

la flor del mundo?

 

Te lamentas de los ayeres

con quejas vanas:

¡aún hay promesas de placeres

en los mañanas!

 

Aún puedes casar la olorosa

rosa y el lis,

y hay mirtos para tu orgullosa

cabeza gris.

 

El alma ahíta cruel inmola

lo que la alegra,

como Zingua, reina de Angola,

lúbrica negra.

 

Tú has gozado de la hora amable,

y oyes después

la imprecación del formidable

Eclesiastés.

 

El domingo de amor te hechiza;

mas mira cómo

llega el miércoles de ceniza;

Memento, homo...

 

Por eso hacia el florido monte

las almas van,

y se explican Anacreonte

y Omar Kayam.

 

Huyendo del mal, de improviso

se entra en el mal,

por la puerta del paraíso

artificial.

 

Y no obstante la vida es bella,

por poseer

la perla, la rosa, la estrella

y la mujer.

 

Lucifer brilla. Canta el ronco

mar. Y se pierde

Silvano, oculto tras el tronco

del haya verde.

 

Y sentimos la vida pura,

clara, real,

cuando la envuelve la dulzura

primaveral.

 

¿Para qué las envidias viles

y las injurias,

cuando retuercen sus reptiles

pálidas furias?

 

¿Para qué los odios funestos

de los ingratos?

¿Para qué los lívidos gestos

de los Pilatos?

 

¡Si lo terreno acaba, en suma,

cielo e infierno,

y nuestras vidas son la espuma

de un mar eterno!

 

Lavemos bien de nuestra veste

la amarga prosa;

soñemos en una celeste

mística rosa.

 

Cojamos la flor del instante;

¡la melodía

de la mágica alondra cante

la miel del día!

 

Amor a su fiesta convida

y nos corona.

Todos tenemos en la vida

nuestra Verona.

 

Aun en la hora crepuscular

canta una voz:

«Ruth, risueña, viene a espigar

para Booz!»

 

Mas coged la flor del instante,

cuando en Oriente

nace el alba para el fragante

adolescente.

 

¡Oh! Niño que con Eros juegas,

niños lozanos,

danzad como las ninfas griegas

y los silvanos.

 

El viejo tiempo todo roe

y va de prisa;

sabed vencerle, Cintia, Cloe

y Cidalisa.

 

Trocad por rosas azahares,

que suena el son

de aquel Cantar de los Cantares

de Salomón.

 

Príapo vela en los jardines

que Cipris huella;

Hécate hace aullar a los mastines;

mas Diana es bella;

 

y apenas envuelta en los velos

de la ilusión,

baja a los bosques de los cielos

por Endimión.

 

¡Adolescencia! Amor te dora

con su virtud;

goza del beso de la aurora,

¡oh juventud!

 

¡Desventurado el que ha cogido

tarde la flor!

Y ¡ay de aquel que nunca ha sabido

lo que es amor!

 

Yo he visto en tierra tropical

la sangre arder,

como en un cáliz de cristal,

en la mujer

 

Y en todas partes la que ama

y se consume

como una flor hecha de llama

y de perfume.

 

Abrasaos en esa llama

y respirad

ese perfume que embalsama

la Humanidad.

 

Gozad de la carne, ese bien

que hoy nos hechiza,

y después se tornará en

polvo y ceniza.

 

Gozad del sol, de la pagana

luz de sus fuegos;

gozad del sol, porque mañana

estaréis ciegos.

 

Gozad de la dulce armonía

que a Apolo invoca;

gozad del canto, porque un día

no tendréis boca.

 

Gozad de la tierra que un

bien cierto encierra;

gozad, porque no estáis aún

bajo la tierra.

 

Apartad el temor que os hiela

y que os restringe;

la paloma de Venus vuela

sobre la Esfinge.

 

Aún vencen muerte, tiempo y hado

las amorosas;

en las tumbas se han encontrado

mirtos y rosas.

 

Aún Anadiódema en sus lidias

nos da su ayuda;

aún resurge en la obra de Fidias

Friné desnuda.

 

Vive el bíblico Adán robusto,

de sangre humana,

y aún siente nuestra lengua el gusto

de la manzana.

 

Y hace de este globo viviente

fuerza y acción

la universal y omnipotente

fecundación.

 

El corazón del cielo late

por la victoria

de este vivir, que es un combate

y es una gloria.

 

Pues aunque hay pena y nos agravia

el sino adverso,

en nosotros corre la savia

del universo.

 

Nuestro cráneo guarda el vibrar

de tierra y sol,

como el ruido de la mar

el caracol.

 

La sal del mar en nuestras venas

va a borbotones;

tenemos sangre de sirenas

y de tritones.

 

A nosotros encinas, lauros,

frondas espesas;

tenemos carne de centauros

y satiresas.

 

En nosotros la vida vierte

fuerza y calor.

¡Vamos al reino de la Muerte

por el camino del Amor!