Tu Poema de Amor

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Inicio . Rubén Darío EL ALA DEL CUERVO

EL ALA DEL CUERVO

I

¡Ea! apretad esas cinchas

y apercibid los overos;

y que ya tasquen los potros

el bocado de los frenos.

Preparad las jabalinas,

poned traílla a los perros;

sonad las trompas de caza

y azores llevad dispuestos.

¿Ya estáis listos? Pues aprisa,

vamos al bosque siniestro.—

 

II

Quien tal dice es un altivo,

noble y alto caballero

que, con sus alrededores,

tiene la comarca en feudo.

Es Don Pedro de Almendares,

el infanzón altanero

a quien, por lo valeroso,

ninguno venció en el duelo.

El que ha astillado sus lanzas

en las justas y torneos,

siempre sereno y triunfante,

sin temores ni recelos.

 

III

Es Violante una doncella

con unos ojos muy negros,

con unos oscuros rizos

que cuando le caen sueltos

por la garganta blanquísima,

por la espalda y por el seno,

fingen en fondo de mármol

mallas finísimas de ébano.

Don Pedro adora a Violante

y Violante ama a Don Pedro;

y ambos gozan en deliquios

de ardorosos embelesos.

 

IV

Pero Violante, la hermosa,

se enciende en llamas de celos,

sin que nada de sus ansias

pueda aminorar el fuego.

La linda Violante busca

para sus males remedio,

y a un nigromante interroga

contándole sus secretos.

El nigromante medita;

y luego, fruncido el ceño,

busca en yerbas misteriosas

filtros; y ve los luceros;

y en caballísticos signos

quiere hallar el verdadero

modo de que sus retortas

puedan curar aquel pecho.

Por fin, después de lograr

descifrar aquel misterio,

y ya encontrada la clave

del enigma, dijo luego

a Violante: —Que el que os ama

os traiga el ala de un cuervo;

y con el oscuro copo

del suave plumaje negro,

podréis curar la dolencia,

llevándole junto al pecho.

 

V

Por eso va en su corcel

el valeroso Don Pedro,

y con sus gentes al bosque,

con jaurías y pertrechos.

Ese es el bosque maldito,

ese es el bosque siniestro,

del que mil supersticiones

andan en boca del pueblo.

Con temor van caminando

ojeadores y monteros,

que a ese bosque nunca llegan

porque les ataja el miedo.

—Don Pedro, el bosque es terrible—.

...Don Pedro se ríe de eso;

que no teme ese hijodalgo

ni a los vivos ni a los muertos.

—Ese bosque está maldito.

—No importa—dice Don Pedro.

Y siguen andando, andando;

y ya están del bosque dentro;

y ya los toques de caza

repiten sonoros cuernos,

y van los genios del aire

desparramando los ecos.

Don Pedro no busca fieras

ni sigue la pista a ciervos,

ni a cerdosos jabalíes;

él busca un nido de cuervos.

 

VI

Iba la noche empezando;

el día iba oscureciendo;

cuando en un árbol robusto

medio destroncado y seco,

graznó un cuervo enorme echado

en unos grietosos huecos;

sus ojos fosforescentes,

su corvo pico entreabierto.

 

VII

Don Pedro fuese hacia él

afanoso ya y contento;

puso en comba un arco entonces,

y disparó... cuando el cuervo

como una flecha veloz

voló donde el caballero;

hincó en los hombros robustos

sus largas uñas de acero,

y con picotazos rápidos

le sacó los ojos negros...

Don Pedro dio un hondo grito,

mas mató al pájaro; y luego

le sacaron aterrados

servidores y pecheros

de aquel lugar tenebroso,

de en medio el bosque siniestro.

Fue al castillo de Violante,

con un ala entre sus dedos

del pájaro, y a la hermosa

le dijo: —Mira, estoy ciego;

por ti he perdido mis ojos

ángel de mis dulces sueños...

Yo llegué al bosque maldito

y me castigó el infierno.

 

VIII

La niña miróle entonces

y le dijo: —Buen mancebo,

yo ya no puedo quererte:

primero, porque eres ciego;

y después, porque el de Alcántara,

noble señor extranjero,

pidió a mi padre mi mano

y nos casamos hoy mesmo.

 

IX

Dio un grito de horror terrible,

y tornado loco el ciego,

en carrera desatada,

fue tropezando y cayendo

por los bosques; y apretando

contra el dolorido pecho,

entre los puños crispados,

la espantosa ala del cuervo.