Tu Poema de Amor

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Inicio . Rubén Darío RECREACIONES ARQUEOLÓGICAS II.— PALIMPSESTO

RECREACIONES ARQUEOLÓGICAS II.— PALIMPSESTO

Escrita en viejo dialecto eolio

hallé esta página dentro un infolío

y entre los libros de un monasterio

del venerable San Agustín.

Un fraile acaso puso el escolio

que allí se encuentra; dómine serio

de flacas manos y buen latín.

Hay sus lagunas.

 

... Cuando los toros

de las campañas bajo los oros

que vierte el hijo de Hiperión,

pasan mugiendo, y en las eternas

rocas salvajes de las cavernas

esperezándose ruge el león;

 

cuando en las vírgenes y verdes parras

sus secas notas dan las cigarras,

y en los panales de Himeto deja

su rubia carga la leve abeja

que en bocas rojas chupa la miel,

junto a los mirtos, bajo los lauros,

en grupo lírico van los centauros

con la armonía de su tropel.

 

Uno las patas rítmicas mueve,

otro alza el cuello con gallardía

como en hermoso bajorrelieve

que a golpes mágicos Scopas haría;

otro alza al aire las manos blancas

mientras le dora las finas ancas

con baño cálido la luz del sol;

y otro, saltando piedras y troncos,

va dando alegres sus gritos roncos

como el ruido de un caracol.

 

Silencio.  Señas hace ligero

el que en la tropa va delantero;

porque a un recodo de la campaña

llegan en donde Diana se baña.

Se oye el ruido de claras linfas

y la algazara que hacen las ninfas.

Risa de plata que el aire riega

hasta sus ávidos oídos llega;

golpes en la onda, palabras locas,

gritos joviales de frescas bocas,

y los ladridos de la traílla

que Diana tiene junto a la orilla

del fresco río, donde está ella

blanca y desnuda como una estrella.

 

Tanta blancura, que al cisne injuria,

abre los ojos de la lujuria:

sobre las márgenes y rocas áridas

vuela el enjambre de las cantáridas

con su bruñido verde metálico,

siempre propicias al culto fálico.

Amplias caderas, pie fino y breve;

las dos colinas de rosa y nieve...

¡Cuadro soberbio de tentación!

¡Ay del cuitado que a ver se atreve

lo que fue espanto para Acteón!

Cabellos rubios, mejillas tiernas,

marmóreos cuellos, rosadas piernas,

gracias ocultas del lindo coro,

en el herido cristal sonoro;

seno en que hiciérase sagrada copa;

tal ve en silencio la ardiente tropa.

¿Quién adelanta su firme busto?

¿Quirón experto? ¿Folo robusto?

Es el más joven y es el más bello;

su piel es blanca, crespo el cabello,

los cascos finos, y en la mirada

brilla del sátiro la llamarada.

En un instante, veloz y listo,

a una tan bella como Kalisto,

ninfa que al alta diosa acompaña,

saca de la onda donde se baña:

la grupa vuelve, raudo galopa;

tal iba el toro raptor de Europa

con el orgullo de su conquista.

 

¿A do va Diana?  Viva la vista,

la planta alada, la cabellera

mojada y suelta; terrible, fiera,

corre del monte por la extensión;

ladran sus perros enfurecidos;

entre sus dedos humedecidos;

lleva una flecha para el ladrón.

 

Ya a los centauros a ver alcanza

la cazadora; ya el dardo lanza,

y un grito se oye de hondo dolor:

la casta diva de la venganza

mató al raptor...

 

La tropa rápida se esparce huyendo,

forman los cascos sonoro estruendo.

Llegan las ninfas.  Lloran. ¿Qué ven?

En la carrera la cazadora

con su saeta castigadora

a la robada mató también.