Tu Poema de Amor

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Inicio . Rubén Darío VII TRÉBOL

VII TRÉBOL

I

De D. Luis de Góngora y Argote a D. Diego de Silva Velázquez

Mientras el brillo de tu gloria augura

ser en la eternidad sol sin poniente,

fénix de viva luz, fénix ardiente,

diamante parangón de la pintura,

 

de España está sobre la veste oscura

tu nombre, como joya reluciente,

rompe la Envidia el fatigado diente,

y el Olvido lamenta su amargura.

 

Yo en equívoco altar, tú en sacro fuego,

miro a través de mi penumbra el día

en que el calor de tu amistad, don Diego,

 

jugando de la luz con la armonía,

con la alma luz, de tu pincel el juego

el alma duplicó de la faz mía.

 

II

 

Alma de oro, fina voz de oro,

al venir hacia mí, ¿por qué suspiras?

Ya empieza el noble coro de las liras

a preludiar el himno a tu decoro;

 

ya el misterioso son del noble coro

calma el Centauro sus grotescas iras,

y con nueva pasión que les inspiras

tornan a amarse Angélica y Medoro.

 

A Teócrito y Possin la Fama dote

con la corona de laurel supremo;

que en donde da Cervantes el Quijote

 

y yo las telas con mis luces gemo,

para son Luis de Góngora y Argote

traerá una nueva palma Polifemo.

 

III

 

En tanto «pace estrellas» el Pegaso divino,

y vela tu hipógrifo, Velázquez, la Fortuna,

en los celestes parques al Cisne gongorino

deshoja sus sutiles margaritas la Luna.

 

Tu castillo, Velázquez, se eleva en el camino

del Arte como torre que de águilas es cuna,

y tu castillo, Góngora, se alza al azul cual una

jaula de ruiseñores labrada en oro fino.

 

Gloriosa la península que abriga tal colonia.

¡Aquí bronce corintio, y allá marmol de Jonia!

Las rosas a Velázquez, y a Góngora claveles.

 

De ruiseñores y águilas se pueblan las encinas,

y mientras pasa Angélica sonriendo a las Meninas,

salen las nueve musas de un bosque de laureles