Tu Poema de Amor

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Inicio . Rubén Darío CANTO A LA ARGENTINA II

CANTO A LA ARGENTINA II

Argentina, el día que te vistes

de gala, en que brillan tus calles

y no hay aspectos ni almas tristes

en alturas, pampas y valles;

el día en que desde tus fuertes,

tus cruceros y tus cuarteles

salvas lanzas, músicas viertes

entre las palmas y laureles,

visitada por los príncipes

de reinos y tierras lejanas

y mensajeros de repúblicas,

son las patrias americanas

las que más comparten tu júbilo.

Son las próximas hermanas

las que te proclaman primera

en el decoro familiar,

después de heroica y guerrera,

hospitalaria y maternal.

Argentina tiarada de ónice

y de mármol, se puede ver

cuál luce sobre tu frente

el diamante refulgente

de las alturas, Lucifer:

pues eres la aurora de América.

Magnifícase tu apoteosis,

regazo de múltiples climas,

preferida del nuevo siglo,

y en sus cláusulas y en sus rimas

te profetizan tus profetas

y te poetizan tus poetas.

Crece el tesoro año por año,

mientras prosigues las tareas

de las por Dios suspendidas

civilizaciones de antaño;

encarnas, produces, creas

cerebro para otras ideas,

útero para nuevas vidas.

Tus hijos llevarán en sí,

por su sangre, el hierro y rubí

de los cuatro puntos del globo.

Concentración de los varones

de vedas, biblias y coranes,

en el colmo de sus afanes,

en el logro de sus acciones,

tu floración de floraciones

tendrá un perfume latino.

En el primitivo crisol,

Roma influyó en tu destino,

cuando a través del español

puso su enérgico metal.

Y sus históricas llamas

animarán genios y famas

al argentino Arco Triunfal.

 

¡Argentina, región de la aurora!

¡Oh, tierra abierta al sediento

de libertad y de vida,

dinámica y creadora!

¡Oh barca augusta, de prora

triunfante, de doradas velas!

De allá de la bruma infinita,

alzando la palma que agita,

te saluda el divo Cristóbal,

príncipe de las Carabelas.

 

¡Argentina! Tu ser no abriga

la riqueza tentacular

que a Europa finesecular

incubó la furia enemiga.

Y si oyes un día explotar

el trágico odio del iluso,

regando ciega desventura,

es que Ananke la bomba puso

en la mano de la Locura.

¡Demeter, tu magia prolífica

del esfuerzo por la bondad

envíe la hostia pacífica

a la boca de la ciudad!

¡Buenos Aires! es tu fiesta.

Sentada estás en el solio;

el himno desde la floresta

hasta el colosal Capitolio

tiende sus mil plumas de aurora.

Flora propia te decora,

mirada universal te mira.

En tu homenaje pasar veo

a Mercurio y su caduceo,

al rey Apolo y la lira.

 

¡Cantad, judíos de la pampa!

Mocetones de ruda estampa,

dulces Rebecas de ojos francos,

Rubenes de largas guedejas,

patriarcas de cabellos blancos,

y espesos como hípicas crines;

cantad, cantad, Saras viejas,

y adolescentes Benjamines,

con voz de vuestro corazón:

¡Hemos encontrado a Sión!

Cantaré del primer navío

que velivolante saliera

desde las aguas del Río

de la Plata con la bandera

bicolor al mástil gallardo.

Recordad al nauta que vino

de Saint-Tropez, a Buchardo,

el capitán franco-argentino,

hábil bajo las marejadas,

bajo las tormentas ufano

y a todos sus camaradas

que fueron por el oceano,

denodados predecesores

de los que hoy en acorazadas

naves portan a sol y bruma

los dos simbólicos colores

flameantes sobre la espuma.

Bien vayan torres y palacios

erizados de cañones

suprimiendo tiempo y espacios

a visitar a las naciones,

pero no por guerra voraz,

productora de luto y llanto,

mas diciendo como en el canto

del italiano: ¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!

Heroica nación bendecida,

ármate para defenderte;

sé centinela de Vida

y no ayudante de la Muerte.

Que tus máquinas de hierro

y que las bruñidas bocas

cruentas no alegren al perro

negro avernal. Que tu lanza,

cual la libertad que invocas,

garantía a tu pueblo sea;

que tu casco abrigue la Idea,

sabiduría y esperanza,

como el de Palas Atenea.